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📚✨ Descubre “El jardinero fiel” de Clarissa Pinkola. Una historia que florece en el alma. #LecturaRecomendada #Literatura #ClarissaPinkola 🌱💚 https://wp.me/p3JLEZ-7XR
Publiqué originalmente el siguiente artículo en el 2006, con el seudónimo de Iris México. La divulgación fue a través de “Lengua lengua”, boletín electrónico y blog en arte contemporáneo de arT&+. Documentar publicaciones anteriores es parte de la digitalización del acervo de Atma Unum.

Al igual que los gitanos cuando la caravana se pone en marcha, aunque abandonen un lugar conocido para dirigirse a un lugar desconocido, nadie está triste… “El jardinero fiel” es un libro que se anuncia en la portada como “una historia sabia acerca de lo que jamás puede morir”. Fue escrito por Clarissa Pinkola Estes, autora de “Mujeres que corren con los lobos”, y fue publicado por Ediciones B para el sello Javier Vergara Editor, España; el título original es “The Faithful Gardener: A Wise Tale About That Wich Can Never Die”. Generalmente, aquellos que escriben en inglés tienen mayor difusión internacional, y si se da el caso de publicar en castellano, lo ideal es contar con una editorial española de presencia internacional. Esta publicación en particular cuenta con distribución en Barcelona, Bogotá, Buenos Aires, Caracas, Madrid, México D. F., Montevideo, Quito y Santiago de Chile. La nueva semilla es fiel. Arraiga con más fuerza En los lugares que están más vacíos. C.P. Estés Clarissa vive en Estados Unidos. Inicia el libro con un epígrafe de “C.P. ESTÉS” ¿ella misma?, ¿es autora del libro, del epígrafe y es su nombre el de la fundación que dirige?… En las guardas del libro se la presenta con una fotografía convencional, blanco y negro estilo inicios del siglo XX, y se agrega que es psicoanalista junguiana, poeta galardonada y contadora de cuentos latinoamericanos. Se dedica a la enseñanza, dirige la organización en defensa de los derechos humanos C. P. Estés Guadalupe Foundation, una de cuyas misiones es la transmisión, a enclaves conflictivos de todo el mundo, de cuentos destinados al fortalecimiento espiritual… Así que estamos frente a una mujer quien cree que los terapeutas y los cuentacuentos son sanadores del espíritu… y se dedica a ello desde la práctica educativa, terapéutica, editorial (audio libros y libros impresos), etc. Interesante combinación en que la creación va acompañada y por una estructura de apoyo que va desde lo clínico hasta los audiolibros globalizados que se pueden comprar por correo.
Ahora, la historia: el tío de Clarissa, un anciano granjero campesino que sobrevivió la Segunda Guerra Mundial, y también, la historia de cómo fueron creados los cuentos… Clarisa cuenta que, cuando era niña, los ancianos conservaban la tradición de “hacer cuentos”, animaban a los jóvenes a tejer narraciones, les decían: “Venga, queremos ver cómo ejercitan el músculo de los cuentos”. Y en una de sus historias de infancia, Clari cuenta: “Ah, los cuentos vinieron al mundo porque Dios se sentía solo.” Y así continúa en una especie de Génesis en que la creación de la naturaleza, los animales y el hombre, es paralela a la creación de los cuentos que los retratan y de quienes los cuentan con emoción. Después de esta introducción, regresamos al abuelo, quien por supuesto, es un cuentacuentos nato; se llama Zovár. Es Zovár quien va “sembrando” cuentos o cierta ideología a través de su palabra: “Los nazis y sus colaboradores no eran de Alemania. Los cobardes no son de ningún país. Aquellos demonios procedían del infierno”. Así, también, Zovár nos cuenta dónde está el Edén, asegura que está en este mundo, toda la tierra es el Edén, es cierto que en muchos lugares está sepultado y olvidado, gastado, agotado o en desuso, aún así, debajo sigue el Edén. Sin embargo, no podemos devolverle la vida a paletadas, por muy grande que sea el jardín, tiene que ser dando suaves palmadas sobre la tierra, tomando puñaditos, siendo amable y moderado, con consideración, con serenidad. En la serenidad y amor de un buen jardinero es donde está para la autora el secreto de nuestra tierra, nuestro alimento, nuestra existencia, de nosotros mismos, que somos también un jardín que desea ser tratado de esa manera, que respondemos a lo que le pasa a la tierra, aunque en ocasiones lo olvidemos…
Clarissa niña es quien también “siembra” su visión del mundo, nos cuenta que al encontrarse por fin en América con su tío, refugiado sobreviviente de la guerra, él sólo la estrechó y dijo: “Una… niña… viva…” y ella devolvió el abrazó y comprendió lo que expresaban sus ojos, era una mirada que había visto antes, “cuando contemplé los ojos de unos caballos que habían sobrevivido a un repentino y voraz incendio en la cuadra”. Más tarde, ya viviendo con Zovár, Clari lo describe así: “su vida había sido arrasada por el fuego hasta los cimientos y, a pesar de todo, seguía mostrándose bondadoso con los niños y cariñoso con los animales y seguía creyendo que la tierra era un ser vivo, con sus propias esperanzas, necesidades y sueños.”
La tragedia fue la llegada de bulldozers que “anexan” al estado la tierra de la familia, Zovár les grita sacudiendo el puño: “¡Saben tan poco del jardín de Dios como una gallina del abecedario!”, y terminó llorando impotente y desesperado cuando los trabajadores lo acarrean hasta su casa. Se construyó la carretera y quedaron los campos destrozados. El tío fue con dos palas a cavar una zanja que bordeaba el campo, y en la noche lo hizo estallar en llamas… “Porque la tierra es paciente, recibe la semilla, la mala hierba, el árbol, la flor; recibe la lluvia, el grano, el fuego. Permite y favorece la entrada. Es la anfitriona perfecta.” (…) “la haces pasar por fuego con el fin de prepararla para su nueva vida. Esa es la parte que Dios no hace solo. Dios pide colaboración. De nosotros depende echar una mano a lo que Dios ya ha empezado. A nadie le gusta esta clase de incendio, esta clase de fuego. Queremos que el campo siga siendo lo que siempre fue, en toda su singular belleza, de la misma manera que queremos que la vida siga siendo lo que siempre fue. Pero viene el fuego. A pesar de nuestro miedo, aparece de todos modos, a veces por casualidad, a veces de manera intencionada, a veces por razones que nadie acierta a comprender… unas razones que sólo son asunto de Dios”.
Y todos somos huéspedes de la tierra… Y aunque creamos seguir el mapa apropiado… Dios decide de pronto levantar el camino y colocarlo y a nosotros con él, en otro lugar.
Zovár descansó después del fuego, y le contó un cuento a Clarissa, de “Aquello que jamás puede morir”. Un joven abeto vivía en el bosque, rodeado por árboles más altos. Cada invierno, las familias cortaban varios y se los llevaban, con alegría, trineos, risas de niños. El abeto quería que un día lo llevaran a él a ese lugar maravilloso que sabía se llamaba hogar… Ahí eran acariciados, decorados, iluminados, reverenciados. Pasaron los años y nadie lo elegía, hasta que creció y un día, en que él era verde, lozano, fuerte, experimentó el dolor más intenso, lo cortaron, y él recordaba que ahora iba al lugar que deseaba ver con toda su alma. Fue decorado y mucho más; alegre, bonito, dichoso… Hasta que le arrancaron los adornos, lo maltrataron y dejaron en el desván, para después cortarlo con un hacha y hacerlo leña… y aunque al principio opuso resistencia, logro comprender que esa era su gozosa misión: dar calor… Y sus cenizas fueron esparcidas en la tierra en primavera, se mezclaron con la lluvia y surgieron brotes verdes y el abeto fue feliz de ser útil una vez más. Para concluir, Zovár enfatizó: “Vete a llorar a los campos porque allí tus lágrimas te harán bien tanto a ti como a la tierra”. Los dos lloraron con más historias, y declararon bautizada esa tierra… Con el tiempo fue creciendo un bosquecillo y un sotobosque, hogar de cardenales, arrendajos, mariposas…
A lo largo de los años Zovár dejó crecer en su interior una pequeña parcela de Edén, y cuando estuvo listo para irse, se desplomó como un gran árbol, y su existencia se prolongó por estaciones… hasta que una noche fue finalmente libre. Nos cuenta Clarissa, que lo que jamás puede morir es “la fuerza fiel que nace en nuestro interior, la que es más grande que nosotros, la que atrae la nueva semilla hacia los lugares abiertos, maltrechos y estériles de tal manera que pueda volver a arraigar en nosotros. Esta fuerza, en su insistencia, en su lealtad a nosotros, en su amor por nosotros, en su acción casi siempre misteriosa, es mucho más grande, mucho más majestuosa y mucho más antigua que cualquier otra fuerza que jamás se haya conocido”.
El epílogo del libro es donde Clarissa nos cuenta el ritual que hizo cuando decidió escribir “El jardinero fiel”: cultivar un bosque, una arboleda en el pequeño jardín de su bungalow de ladrillos citadino… quemó la tierra un día sin viento, derramó suficientes lágrimas, esperó con fe y cariño… y por sorprendente que parezca, como si la tierra recordara sus más antiguas pautas, en tres años ha visto crecer arces, laureles, fresnos, trébol, hierbabuena, menta, yanica, cebollas, fresas… han llegado picamaderos, gorriones, pájaros carpinteros, mariposas, mariquitas, grillos que suenan como cascabeles… A través de ese bosque urbano, Clarissa contempla su familia de refugiados, el amor, la sabiduría, la vida, el conocimiento, “la certeza absoluta de que la vida se repite y se renueva por muchas veces que se la apuñale, se la despoje de todo, se la arroje al suelo, se la dañe y ridiculice, se la desprecie y se la mire por encima del hombro, se la torture o se la deje indefensa”. “Hay algo que permanece a la espera de que le abramos el camino, algo que está a nuestro lado, algo que ama y espera a que preparemos el terreno apropiado para que manifieste su presencia en toda su plenitud. (…) Mientras cuidemos con esmero de esta fuerza, aquello que parecía muerto ya no lo estará, lo que parecía perdido dejará de estarlo, lo que algunos consideran imposible será claramente posible y cualquier terreno en barbecho estará simplemente descansando… descansando y a la espera de que la bendita semilla sea venturosamente llevada por el viento. Y lo será”.
Publicación original:
Iris México. (17 de febrero de 2006) Aquello que jamás puede morir. lengua lengua, boletín electrónico y blog en arte contemporáneo de arT&+
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