Atma Unum

Spicy Fridas, videoarte de performance al estilo «Las Dos Fridas»

Spicy Fridas, videoarte de performance al estilo "Las Dos Fridas"

@1tm122n22m, Atma Unum

Iris México, «Spicy», defiende la libertad de expresión y emplea un estilo kitsch y femenino en su discurso visual. Este video performance transita por un postnacionalismo mexicano, representando un mestizaje entrelazado por las venas del corazón. A través del autorretrato, Frida en su momento, e Iris México ahora, crean un universo visual con ellas como signo central.

Spicy Fridas es un erformance kitsch, artístico, videoarte estilo slide show del 2007, en el que Iris México (Spicy) y Sam (Frida Valkyria) posan al estilo nacionalista y tricolor de la famosa pintura «Las Dos Fridas» realizada en 1939 por la artista mexicana, Frida Kahlo. La fotografía es por Fernando Soto. La música es «Baile del Sol«, pieza interpretada por Björn Vollmer, de la agrupación «Selva Negra». Se incluyen reproducciones de obras visuales que retratan a Frida, realizadas por Sabrina O’Donnell, y por Yasumasa Morimura.

Spicy Fridas, videoarte de performance al estilo «Las Dos Fridas»

De la presentación de lo invisible a la imitación de la apariencia

Vernant

Iris México juega con el signo de Frida, limitrofe con lo interurbano, lo fragmentario y lo virtual. Acción escénica en la que se emparenta digitalmente con quienes se autorretratan obsesivamente, Fridos todos: Nahum Zenil, Salma Hayek, Julio Galán, Yasumasa Morimura.

(Morimura). El artista se cuela en las obras maestras más famosas de la cultura occidental «hegemónica e invasora» según el mismo. Revirtiendo el proceso, su rostro nipón invade los iconos culturales de occidente, los imbuye de presencia oriental y en vez de rechazarlos, se los apropia. Una década más tarde, el autor cambia de iconos, que ahora provienen de la cultura popular.

Spicy Fridas, videoarte de performance al estilo 
"Las Dos Fridas"
Spicy Fridas, videoarte de performance al estilo
«Las Dos Fridas»

Esta obra es parte de una serie de trabajos en que Iris defiende la libertad de expresión, en particular, el ejercicio de incorporar símbolos del Estado Nación y de la religiosidad, particularmente de la Virgen María, en las artes. También presenciamos un estilo kitsch y femenino, que es frecuente en su discurso visual. Ella evoca, reemplaza, en una nostalgia vernácula que hace presente lo ausente, al mismo tiempo que inventa una realidad con signos geográficos, deportivos, con un punto de ironía y agudeza. Ella no finge ser Frida, asume lo que de Frida existe en sí misma, en un ejercicio de moda, drama y fascinación por el retrato. Simulacro o documental, puesto que simular no es fingir, si acaso es una experiencia que iinvita a cuestionar lo verdadero y la fantasía, lo real y lo imaginario.

Al principio se mira al dios a través de su efigie; después la efigie recuerda al dios y, acto seguido, hace que se le olvide; y, a la postre, el escultor se diviniza a sí mismo. Presencia, representación, simulación. Los tres momentos que articulan la historia occidental de la mirada, a gran escala, parecen reencontrarse, a una escala más pequeña, en cada ciclo artístico. Como en un holograma, donde cada parte es el todo, cada secuencia plástica narra todo el filme. La imagen, inicialmente creada por fusión, se convierte en calco de lo real y, finalmente, en decoración social.

Régis Debray

Spicy observó en persona la obra «Las Dos Fridas» durante la exposición presentada por el centenario de su nacimiento en el Palacio de las Bellas Artes. Esta pintura transita entre el nacionalismo y el surrealismo mexicano, ambas Fridas representan un mestizaje entrelazado por las venas del corazón. Una corta una vena con un instrumento quirúrgico, y otra conecta su circulación a una imagen de Diego Rivera niño. El cielo está nublado, anuncia tormenta.

El mensaje es atormentador, un mestizaje en que se cortan lazos que duelen, un trauma, y la búsqueda de refugio en la pareja. Sabemos, por las numerosas biografías de Frida, el desarraigo que pudo experimentar como descendiente de exiliados, y también, que aunque ella represente a Diego como un niño, buscó cobijo en él como una hija en un padre.

En Roma, hasta el Bajo Imperio, la exposicion en público de retratos está limitada y controlada. Es un abuso de poder demasiado grave. En principio, sólo los muertos ilustres tienen derecho a la efigie, pues son por naturaleza influyentes y poderosos, después los podereosos en vida, y siempre del sexo masculino. En Roma, los retratos y bustos de mujeres aparecieron tardiamente, después de los de los hombres; como el derecho a la imagen, privilegio de los nobles fallecidos, ha sido concedido tardiamente a los ciudadanos comunes, hacia el fin de la era republicana.

A través del autorretrato, Frida logró crear un universo pictórico con ella como signo central. A mediados de los años veinte realiza sus primeros tres autorretratos. Durante su carrera realizó aproximadamente ochenta modalidades diferentes de sí misma. Siempre de frente, nunca de perfil, ataviada con coquetería y fantasía, retomó la costumbre colonial de introducir en su obra referencias escritas, se apropió del derecho a cultivar y promover su efigie. De ahí que se le considere parte importante del movimiento por los derechos de las mujeres. En el contexto del activismo femenino, Spicy nos seduce al insertar la conciencia de sí, como eje de su discurso artístico.

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