
Taisha recomienda a las mujeres empoderarse, recapitular para liberarse de los cordones energéticos desarrollados con su pasado, principalmente con los amantes.
De forma paradójica, se dice que su muerte / desaparición, se debió al profundo lazo que estableció con su maestro y amante, Carlos Castaneda. *
Quienes estén interesados en leer la obra de Taisha, les comparto algunos fragmentos de su libro: «Donde cruzan los brujos».
I
-Bueno, al parecer sólo hay una cosa que sabes hacer muy bien y no veo por qué no habrías de aprovecharla al máximo -declaró.
Pensé que se refería a mi talento para dibujar o pintar, pero agregó, para mi total mortificación:
-Lo único que sabes hacer bien es sentir lástima por ti misma.
Apreté los dedos en el tirador de la portezuela.
-No es cierto -protesté-. ¿Quién te crees para decirme eso?
Rompió a reír y meneó la cabeza.
-Tú y yo somos muy parecidas -indicó-. Nos enseñaron a ser pasivas, serviles y a adaptarnos a las circunstancias, pero por dentro estamos hirviendo. Somos como un volcán a punto de hacer erupción, y lo que aumenta nuestra frustración aún más es el hecho de no tener sueños o expectativas, excepto el de conocer algún día al hombre perfecto que nos rescatará de nuestra infelicidad.
Me dejó sin habla.
II
-Sé que has sido entrenada para dejar que los hombres te saquen ventaja por el simple hecho de ser hombres -comentó Clara una vez que se había vuelto a sentar-. Siempre has trata-do con amabilidad a los hombres y te han chupado todo lo que tienes. ¡¿No sabías que los hombres se alimentan de la energía de las mujeres?!
Sentía demasiada vergüenza para discutir con ella. Percibía todas las miradas en el lugar fijas sobre mí.
-Dejas que te mangoneen porque les tienes lástima -prosiguió Clara-. En lo más recóndito de tu corazón ansías cuidar a un hombre, a cualquier hombre. Si ese idiota hubiera sido mujer, tú misma no hubieras permitido nunca que se sentara a nuestra mesa.
III
-El intento es la fuerza que sostiene el universo -indicó-. Es la fuerza que otorga foco a todo. Hace posible el mundo mismo.
IIII
-A partir de ahora debes llevar una vida en la que la conciencia ocupe la primera plana -señaló, como si supiera que había hecho el compromiso tácito de permanecer con ella-. Tienes que evitar todo lo que debilite y dañe tu cuerpo o tu mente. También resulta esencial, por el momento, que rompas todos los lazos físicos y emocionales con el mundo.
-¿Por qué es tan importante eso?
-Porque antes de todo debes adquirir unidad.
V
Me pidió que me sentara con la espalda recta y los ojos ligeramente bizcos, de manera que me estuviese viendo la punta de la nariz.
-Esta respiración debe realizarse sin las constricciones de la ropa -comenzó-. Pero en lugar de hacer que te desnudes en el patio a plena luz del día, haremos una excepción. Primero inhalas profundamente, haciendo de cuenta que estás respi-rando por la vagina. Mete el estómago y ve subiendo el aire por la columna, pasando los riñones, hasta un punto entre los omóplatos. Sostén el aire ahí por un momento, luego súbelo aún más hasta la parte de atrás de la cabeza y pásalo por encima de ella, hasta un punto entre las cejas.
Dijo que, después de sostenerlo ahí por un momento, debía exhalar por la nariz mientras mentalmente guiara el aire hacia abajo por el frente de mi cuerpo, primero hasta un punto justo debajo del ombligo y luego a mi vagina, donde había comenzado el ciclo.
Me puse a practicar el ejercicio de respiración.
Clara llevó la mano a la base de mi columna y de ahí trazó una línea que subía por mi espalda y pasaba por encima de mi cabeza, hasta apretar suavemente el punto entre mis cejas.
-Trata de llevar el aire hasta aquí -indicó-. La razón por la que debes mantener los ojos medio abiertos es para concen-trarte en el caballete de la nariz al hacer circular el aire hacia arriba por la espalda y por encima de la cabeza hasta este punto; y también para usar la mirada a fin de guiar el aire hacia abajo por el frente de tu cuerpo, devolviéndolo a tus órganos sexuales.
Clara explicó que hacer circular la respiración en tal forma crea un escudo impenetrable que impide la penetración de influencias perturbadoras externas en el campo de energía del cuerpo; también evita que la vital energía interna se disperse hacia el exterior. Subrayó que la inhalación y la exhalación deben ser inaudibles y que el ejercicio de respiración puede realizarse en pie, sentado o acostado, aunque al principio es más fácil de ejecutar sentado sobre un cojín o una silla.
VI
la recapitulació n es el acto de recuperar la energía que ya hemos gastado en acciones pasadas. Recapitular implica recordar a todas las personas que hemos conocido, todos los lugares que hemos visto y todos los sentimientos que hemos tenido en toda nuestra vida -empezando desde el presente y volviendo hasta los recuerdos más remotos- para luego limpiarlos, uno por uno, con una respiración especial que barre todo.
me asió la barbilla firmemente con ambas manos y me indicó que inhalara por la nariz mientras ella me volteara la cabeza hacia la izquierda, y que exhalara cuando la volteara hacia la derecha. A continuación, debía voltear la cabeza hacia la izquierda y la derecha en un solo movimiento, sin respirar. Afirmó que esa era una forma misteriosa de respirar y la clave de la recapitulación, puesto que inhalar nos permite recuperar la energía que perdimos, en tanto que exhalar nos permite expeler la energía ajena e indeseable que se ha acumulado en nuestro interior debido a la interacción con nuestros semejantes.
-Al recapitular, trata de sentir unas largas fibras elásticas que se extienden desde tu región abdominal -explicó-. Luego alínea el movimiento giratorio de la cabeza con el movimiento de esas escurridizas fibras. Son los conductos que recuperarán la energía dejada atrás por ti. A fin de recuperar nuestra fuerza y unidad, debemos liberar la energía que dejamos atrapada en el mundo y atraerla otra vez a nosotros.
Me aseguró que, al recapitular, extendemos esas fibras elásticas de energía a través del espacio y el tiempo hasta las personas, los lugares y los sucesos que estamos examinando. El resultado es que podemos volver a cada momento de nuestras vidas y actuar como si de hecho estuviéramos ahí.
VII
-Todos fuimos educados para vivir en una especie de limbo, en el que nada importa excepto gratificaciones insignificantes e inmediatas -declaró-. Y las mujeres somos unas verdaderas maestras de ese estado. Hasta que no recapitulemos, no podemos superar nuestra educación.
VIII
Clara explicó que debemos comenzar la recapitulación enfocando nuestra atención primero en la actividad sexual que hayamos tenido en el pasado.
-¿Por qué hay que empezar ahí? -pregunté, recelosa.
-Ahí es donde está atrapada la mayor parte de nuestra energía -explicó Clara-. ¡Por eso debemos liberar esos recuerdos primero!
-¿Quieres que los hombres que tuviste sigan alimentándose de tu energía? ¿Quieres que esos hombres se hagan más fuertes conforme tú adquieres más fuerza? ¿Quieres constituir su fuente de energía por el resto de tu vida? No. Me parece que no entiendes la importancia del acto sexual ni el alcance de la recapitulación.
Con la voz autoritaria de una maestra que ilustra a la neófita, explicó que las mujeres, más que los hombres, son los auténticos soportes del orden social y que a fin de cumplir con este papel han sido educadas de manera uniforme en todo el mundo para estar al servicio de los hombres.
-No importa que se les compre directamente en el mercado de esclavos o que sean cortejadas y amadas -subrayó-. Su propósito fundamental sigue siendo el mismo: alimentar, proteger y servir a los hombres.
Clara me miró para evaluar, según me pareció, si estaba siguiendo su razonamiento. Creía que sí, pero mi reacción básica fue que toda su premisa parecía equivocada.
-Tal vez sea cierto en algunos casos -acepté-, pero no creo que sea posible establecer generalizaciones tan amplias como para incluir a todas las mujeres.
Clara manifestó su desacuerdo con vehemencia.
-El aspecto diabólico de la posición servil de las mujeres es que no parece tratarse simplemente de una prescripción social -declaró-, sino de un imperativo biológico fundamental.
-Aguarda un minuto, Clara -protesté-. ¿De dónde sacaste eso?
Explicó que cada especie cuenta con un imperativo biológico a fin de perpetuarse y que la naturaleza proporciona las he-rramientas idóneas para asegurar que la fusión de energías femenina y masculina tenga lugar de la manera más eficiente. Afirmó que en el ámbito humano, si bien la función primaria del coito es la procreación, asimismo tiene una función se-cundaria y encubierta, la cual es garantizar el flujo continuo de energía de las mujeres a los hombres.
Clara puso tal énfasis en la palabra «hombres» que me vi obligada a preguntar:
-¿Por qué lo dices como si sólo ocurriese en un solo sentido? ¿No implica el acto sexual un intercambio parejo de energía entre el hombre y la mujer?
-No -replicó, contundente- . Los hombres depositan líneas específicas de energía en el cuerpo de las mujeres. Son como tenias luminosas que se mueven dentro del útero, chupando la energía.
-Eso suena definitivamente siniestro -comenté, para seguirle la corriente.
Prosiguió su exposición con toda seriedad.
-Son colocadas ahí por una razón aún más siniestra -afirmó, haciendo caso omiso de mi risa nerviosa-, eso es, para asegurar que una provisión constante de energía llegue al hombre que las depositó. Estas líneas de energía, establecidas por medio del coito, reúnen y roban la energía del cuerpo femenino, en bene-ficio del hombre que las dejó ahí.
-Las mujeres constituyen el fundamento para la perpetua-ción de la especie humana -replicó Clara-. La mayor parte de la energía proviene de ellas, no sólo al gestar, parir y alimentar a su prole, sino también para asegurar que el hombre juegue el papel que le corresponde en todo este proceso.
Clara explicó que dicho proceso, en el caso ideal, asegura que la mujer alimenta energéticamente a su hombre, a través de los filamentos depositados por él en su cuerpo, de modo que el hombre desarrolla una misteriosa dependencia hacia ella en un nivel etéreo. Esto se manifiesta en la conducta patente del hombre, al regresar una y otra vez con la misma mujer, a fin de conservar su fuente de subsistencia. De esta manera, afirmó Clara, la naturaleza asegura que los hombres, además del impulso inmediato de la gratificación sexual, establezcan lazos más permanentes con las mujeres.
-Es ya bastante malo que un hombre deje líneas de energía en el cuerpo de una mujer -prosiguió Clara-, aunque es necesario para tener prole y para asegurar la supervivencia de ésta. Pero llevar dentro las líneas de energía de diez o veinte hombres, alimentándose de su luminosidad, es más de lo que cualquiera puede soportar. Con razón las mujeres no consiguen nunca levantar la cabeza.
IX
-Tú, al igual que todas las mujeres, has sido engañada y obligada a someterte -declaró Clara-. Y lo más triste es que te encuentras atrapada dentro de este patrón, aunque no pienses procrear.
X
Me aseguró que una recapitulació n profunda y completa nos permite cobrar conciencia de lo que deseamos cambiar al permitirnos observar nuestras vidas sin engaños. Nos otorga una pausa momentánea en la que podemos elegir entre aceptar nuestro comportamiento acostumbrado o cambiar y eliminarlo mediante la fuerza del intento, antes de que nos atrape por completo.
* Taisha Abelar o Anna Marie Carter, cuyo nombre real era Maryann Simko, fue una antropóloga y gurú estadounidense. Convivió durante veinte años con el antropólogo y escritor peruano Carlos Castaneda (1925-1998) en Los Ángeles, California. Fue una de las cinco “brujas” seguidoras y amantes de Castaneda, que el 29 de abril de 1998 (dos días después del fallecimiento de Castaneda), desaparecieron misteriosamente en el desierto. Florinda Donner, Patricia Partin, Kylie Lundahl y Talia Bey. Sólo se encontró el cadáver de Patricia Partin, en febrero de 2006, en el Valle de la Muerte, California.
Bendiciones de Amor, Gracia y Trascendencia
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