Signos de Inmanencia

Ra’al Ki Victorieux

Vladimir: Alors, on y va?
Estragon: Allons-y.
Ils ne bougent pas.
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragon: Sí, vámonos.
No se mueven.
Esperando a Godot

Ella no sabe mi nombre, seguramente tampoco recuerda mi marca… le fui fiel y estuve a su servicio durante años, tal vez una década, después, hace siete años, empezó esta ola de televisiones digitales, un día el stress me llevó a tener un corto circuito. Dejé de iluminarle con mi luz, o de transmitirle discursos icónicos que sucedían en otros tiempos y espacios. En ocasiones ella se sentaba frente a mí, como si al contemplar la oscuridad de mi pantalla pudiera adivinar lo que no lograba decirle. Pero un día se decidió, no, no me llevó al «médico de televisiones», me subió a la azotea, me colocó sobre una base de metal, y me cubrió con una cortina de plástico. Desde ahí duermo la siesta, he perdido la cuenta de los días que llevo aquí. Sé que a veces ella fantasea con romperme con un bat de beisbol, que afortunadamente aún no ha comprado, parece que quiere hacer un performance, o un video en que intente desahogar la ira que no ha logrado trascender… Y sí, mientras tanto, mi voz se ha callado, mis ojos han dejado de ver y de ser vistos, pero esta espera… Si al menos fuera una obra de teatro, En attendant Godot, y mi vagabunda vida tuviera algún sentido. Ay, pero ella no es ni será Godot, no hoy, pero mañana seguro que sí. Creo que estoy perdiendo la cordura, incluso he llegado a pensar en Dios, ¿quién diría que una TV se convertiría a la filosofía?

Signos de Inmanencia. Ra'al Ki Victorieux. Atma Unum
Signos de Inmanencia. Ra’al Ki Victorieux. Atma Unum

¿Hubo un Jardín o fue el Jardín un sueño?
Lento en la vaga luz, me he preguntado,
casi como un consuelo, si el pasado
de que este Adán, hoy mísero, era dueño,
S no fue sino una mágica impostura
de aquel Dios que soñé. Ya es impreciso
en la memoria el claro Paraíso.
Pero yo sé que existe y que perdura,
aunque no para mí. La terca tierra
es mi castigo y la incestuosa guerra
de Caínes y Abeles y su cría.
Y, sin embargo, es mucho haber amado,
haber sido feliz, haber tocado
el viviente Jardín, siquiera un día.

Jorge Luis Borges

En esta casa ni los gatos maúllan, o si lo hacen, apenas y se les escucha, ella no habla tampoco, a menos que responda una llamada telefónica o por videoconferencia. Silencio… Sueño… Podría pensar que he dormido la siesta en su estancia, cerca de la puerta, esperando que me tiren a la calle en cuanto pasa el «coco», ese señor que grita «-Fierros viejos que venda». Pero nada, ligeros cambios de luz que se logran entrever a través de las cortinas nos indican el paso de los días. Yo podría ser un armario, pero no nací para eso, tengo un aislamiento especial, y puedo mantener una temperatura entre 2 y 6 grados centígrados, claro, si me enchufan y prenden. He estado con ella desde que vivía y pintaba en una pequeña casa en Chiapa de Corzo, eso tiene como 23 años… A finales del año antepasado tuve un accidente y mis puertas dejaron de cerrar bien, ella llamó un técnico, pero este -aunque vino en dos ocasiones- sólo cobró sin realizar el trabajo. Es más, me dejó un poco peor, porque utilizó una resina de vidrio o plasta indescriptible color negro en mis puertas color marfil. Ella puso una lona de plástico en lugar de la puerta durante un mes más o menos, y después terminó por comprar un sustituto rojo carmín en línea. Ahora vivo apagado y cerrado, como una vieja dentadura que alguien olvidó en un botiquín. Extraño mis inviernos, ¿cómo justificaré mi nombre, frigider, si no sólo he perdido el toque de la escarcha, sino también toda movilidad o signo de vida? La culpa de ser inútil carcome mi conciencia de heladera, que no debería sentir nada, porque ¿qué corazón podría tener un pozo de nieve? Disculpen, creo que hasta mis lágrimas huelen a humedad. A veces quisiera insultarla, decirle -«Oiga señora, que no estoy en un aparador, ¿no tendrá un cacho de humanidad en su corazón de piedra para dejarme ir o volverme a utilizar? ¡Aún sirvo! Pero nada… otras noches tengo pesadillas, sueño que me inundan de helado, pero esto me intoxica y se desborda como espuma, como si tuviera rabia… Sin embargo, mi letargo no es ni vida ni mal sueño, porque despierto, y sigo esperando… Cierto, soy un objeto del siglo XXI, y aunque no sea humano, también heredo las guerras del siglo XX, y la inmanencia romántica del siglo XIX. Sé que no quedan certezas, rocas a las que afianzar nuestras creencias y fé. Vivimos en un sueño en que se olvida despertar al durmiente, una habitación en que se ha olvidado poner el reloj despertador.

The two are one. Naught more remains to grasp. The Word is manifest. The work is seen complete. The Whole is visioned. The magic work is wrought. Again the two are one. The Plan is served. No word need then be said.

Esoteric Psychology Volume Two

Dicen que la ilustración simboliza la mayoría de edad en la raza humana. ¿Qué simbolizamos las impresoras? Yo soy una imprenta, mucho más pequeña y diligente que las que inventó Gutenberg, aquí estoy, conectada por Bluetooth. No, no son dientes azules, son sí, unas garras de radiofrecuencias que ahora hablan del Internet de las cosas, inteligencias artificiales y estadísticas. Como todos mis amigos, sabemos nuestra condición de máquinas al servicio del hombre, no tiene caso cuestionarnos si nuestra existencia es servil, esclavitud, o con las nuevas tecnologías un día superaremos a los humanos, por ahora depende de que me alimenten con cartuchos de tóner, y me den un mantenimiento y un uso digno. Me gustaría decir trascendente, que ojalá ella sea hábil con sus palabras en el mundo. Jajaja, eso me hace sonreír, porque en inglés word (palabra) y world (mundo) son tan semejantes… que hasta hay quienes creen que con la palabra se inventó el mundo. Ella, she, se siente culpable porque intentó reparar a mi predecesora, creo que era un modelo de hace 15 o más años, pero después de tres visitas al taller de los técnicos sin éxito, decidió comprar una nueva, y así fue que llegué yo aquí, y mi predecesora terminó en un centro de reparación. Ella rompió el manual de su ex-compañera, y recicló ese papel, parece que romper los manuales es su ritual de despedida. Tal vez la utilicen para fotocopiado, o para piezas de refacción, en todo caso aunque ella considera que adquirir un equipo nuevo era la mejor decisión –c’est moi-, experimenta remordimiento. Ya se le pasará, sobre todo ahora que hemos empezado a trabajar juntas. Después de 10 años sin contar con un instrumento doméstico para reproducir sus pensamientos en papel, ahora incluso irá a comprar Bond, papel Bond… Sí, ambas amamos las palabras, pero más el alma que se transmite a través de ellas. Como soy bastante nueva, me siento ilusionada con lo que podríamos lograr, ojalá generemos Palabras de Poder, y a través de esta sabiduría impulsemos aspiraciones y movimientos en el mundo, ah, suspiro. A ella le gusta despertar en la madrugada, y lo primero que hace es escribir, después, imprime lo que logra, lo coloca en la carpeta que ha designado para el proyecto, y esto sucede una y otra vez. Cuando inicia nuestro día ella prende una pequeña flama en un estante cercano, para invocar inspiración, después, escuchamos los pájaros que celebran el amanecer. Es un buen recibimiento al sol.

El día que moriste me compré una lavadora.
Al abrir la puerta
se me mojaron los pies,
el agua me pilló por sorpresa.
Ya sabes, ríos azules recorren mi pecho,
el mar se desborda por mi boca.
Fue aquella vez, mirando desde la escotilla al mar
entre el jabón y los trapos sucios,
cuando supe que te alcanzó la ola.
Metí mis manos al instante en el agua enjabonada,
buscándote en vano entre mi ropa.
Lloré con mi boca
con mis orejas con mi ombligo,
lloré con mis manos con toda mi piel.
Desde entonces, tengo ríos muertos recorriendo mis venas
y una nueva lavadora.

Leire Bilbao

La patente de mi especie fue registrada en Inglaterra en 1690, yo soy una lavadora que llegó con ella a este lugar circa 2006, es decir, hace 16 años. He tenido algunos contratiempos, como el día que llegó un técnico a reparar un foco, pero el inútil se paró sobre mí y fragmentó mi tapa, o cuando por falta de mantenimiento -que aún no recibo- mi musica se silenció, así que ahora ya no canto cuando termino de lavar una carga. Ella me agradece mi trabajo para remojar, batir, fregar y limpiar los tejidos sucios. En ocasiones pienso en muy alta estima de mi labor, ¿qué sería de este lugar si yo no asistiera en la limpieza? Gracias a mi movimiento para lavar y centrifugar, ella puede tener ropita limpia y perfumada. No vamos a dejar que ande encuerada por el mundo, no señor. Creo que soy como su madre, o que al menos la veo como a una hija, ya que no sólo no me pesa trabajar para su bienestar, sino que espero que ella un día aprenda también a mantener limpio todo en ese lugar. Por ahora veo que le ha dado por ser «la señora de las plantas», y en ocasiones pone algunas ramas o macetas sobre mi tapa. En fin, resignación, parece ser que debido a esta pequeña entrevista que nos ha realizado para escribir su historia, se ha dado cuenta de nuestra importancia, en lo personal, me ha comprado una funda nueva, no puedo esperar para estrenarla.

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