Ra’al Ki Victorieux
Si te preguntas cuál es la diferencia entre los productos de entretenimiento y las bellas artes, una pista es qué tanto se ajustan a las matrices estéticas. Los entertainers usualmente reiteran la matrix cultural, el lugar común, y los artistas procuran expandirlas, renovarlas. ¿De qué manera eliges los textos y obras de los que te nutres, estos te ayudan a evolucionar, a ser libre, o te aprisionan y controlan?
La pérdida de la certeza, la desestabilización del sentido al presentarse como apertura constante, un continúo deslizar del seseo hacia la escritura, son las armas que Barthes (1) propone para el crítico – artista, duplicidad que elimina la antigua dicotomía. En esto radica una posibilidad de sistematizar su obra que, en esos continuos cambios de piel, rechaza toda forma establecida por cuanto se vuelve dogmatismo que impera sobre el propio cuerpo que se escribe (y se ausenta): «La escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que va a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.» Roland Barthes es conocido por ser el padre del estructuralismo lingüista francés. Nos menciona que todo lo que hacemos puede ser deconstruido (2) de una forma lingüística. Para Barthes existen dos textos: a) Escribible. b) Legible. Nosotros funcionamos en una matriz, si el mensaje está dentro de la matriz es legible, si está fuera es escribible: esto es, en el momento en que no lo comprendemos, buscamos interpretarlo y al hacer esto podemos construir un texto. Ante una palabra desconocida, procuramos ponerla en contexto, dentro de la matriz, trabajamos para inyectarle significado a la palabra. Uno de los esfuerzos de los artistas es activar al lector a través de los textos escribibles. Por el contrario, las empresas de entretenimiento suelen lucrar con brindar a grandes audiencias textos legibles. El placer se encuentra en la estabilización del yo, por ello la mayoría de los individuos busca reconocerse y ubicarse en una matriz. En un texto legible, el público en general encuentra placer porque puede encontrar un equilibrio en la matriz. En un texto escribible, como hemos establecido, el yo se desestabiliza, ya que genera angustia en el espectador que no se encuentra en tal obra.
Las obras comerciales y de entretenimiento son por ejemplo el cine hollywoodense, la programación a través de video juegos, música, programas televisivos y otros productos de grandes empresas, los productos literarios, escénicos, virtuales, del aparato cultural oficial. Es decir; todos los documentos culturales que de una forma u otra comparten el discurso hegemónico de cómo vive la gente o de cómo el status quo considera que las personas deberían vivir. El público en general consume y replica estos textos legibles, fáciles de leer, que les complacen, porque reflejan su conocimiento de la vida, y les brindan una estructura impecablemente reconocible de la matriz en la que habitan. De ahí el éxito de comedias, eventos deportivos, espectáculos musicales o literarios, en donde las audiencias, al encontrar que entienden el texto y este refleja su realidad, acceden al placer de tal producto, que los integra, los hace parte del todo, y en ocasiones les permite una catársis emocional. De tal forma, que es importante reconocer que estas obras «aparentemente inocentes», que encontramos en el espacio público y privado a través de publicidad en espectaculares, carteles, promocionales, así como en productos de entretenimiento: Son parte de una estructura simbólica que define, construye y sostiene una cierta identidad, estilo de vida, forma de ser. Existen políticas muy claras para acotar el discurso social, establecidas por autoridades, políticos, empresarios y personalidades influyentes. El consenso de lo posible puede estar marcado por intereses económicos, sociales, o ideológicos. Las personas usualmente no cuestionan el control social ejercido a través de estos productos, textos legibles, que definen las «conductas apropiadas» por medio de ilustraciones y ejemplos de lo que «debemos hacer o desear», así como de lo que «debemos rechazar o suprimir», todo dentro de una red que abarca desde la vestimenta, lo que uno puede o debe creer de uno mismo, lo que debe imaginar o a lo que debe aspirar, los hábitos a replicar, estereotipos a seguir, etc.
Lo trágico de las obras legibles, es que cuando el individuo no cuestiona lo que consume, termina por perder un sentido de autocrítica, y de identidad, de sana libertad, de creatividad más allá de los límites establecidos. Termina por ser una especie de ave sin alas, «carne de granja productiva», al ni siquiera permitirse a sí mismo el cuestionar la realidad de forma crítica, o soñar otros y mejores mundos. Muchas veces este proceso se da de forma inconsciente en las audiencias, pero de forma estratégica por los que dirigen grandes organizaciones creadoras de contenido. Los más afectados suelen ser los infantes, y esto es aún más grave en quienes carecen de una guía paterna o materna eficiente, y la buscan en los productos de entretenimiento, con lo que resultan cautivos de las marcas, personajes y tendencias. Así tenemos generaciones que reaccionan de una forma extremadamente emocional a los personajes de comic o películas, porque estos suplieron el rol afectivo paterno o familiar. El personaje, independientemente de la cantidad de adoración que reciba por el espectador, no podrá retribuirle afectivamente ni proveerle con alguna guía para la autoafirmación adulta. Sin embargo el sujeto educado por productos de entretenimiento masivo desde la infancia, al crecer, resulta ser un adulto en ocasiones «atrapado» en una especie de infantilización y consumismo en los que continúa manifestando su devoción. Su nostalgia no puede estar dirigida a una relación profunda con la familia, la cual por una u otra razón ejerció un grado de negligencia emocional, por lo que el sujeto vuelca sus afectos al mundo imaginario del marketing pop.

Ante el embate publicitario, es necesario educar a las audiencias en sus habilidades creativas, críticas, y en la alfabetización emocional: dotar a los individuos de técnicas para cuestionar el mundo que les rodea y a sí mismos, y evitar ser manipulados por los programas prevalecientes. Para esto son útiles los textos escribibles, que aunque incomodan un poco al espectador, lo motivan a cuestionarse a sí mismo, y al mundo en que habitan. Almodóvar alguna vez comentó que «la realidad debería estar prohibida.» ¿Qué es la realidad, sino la forma de leerla que poseemos? ¿Qué tan real puede ser, es decir, qué tantas habilidades o limitaciones tenemos para leer o crear textos de forma consciente? ¿Qué tanta certeza podemos tener en nuestro lenguaje corporal, emocional, visual, mental, espiritual, y por tanto en lo que aceptamos en nosotros como verdadero y posible o negamos como falso e imposible? ¿Aceptamos nuestras emociones y pensamientos, o estamos condicionados a negar una gran parte de nosotros mismos y de los otros? ¿Tenemos habilidades que nos permitan valorar las obras y textos creados por aquellos que pertenecen a nuestra cultura, idioma o nación, así como los presentados por los «otros», de otra cultura, lengua o continente? ¿De qué forma podemos ser más selectivos en nuestro consumo estético cultural a fin de elegir aquello que nos ayuda a evolucionar, a ganar mayores habilidades de interpretación y creación? Entre los productos de las bellas artes encontramos algunas obras que se consideran textos escribibles. Es decir; si bien no todas las obras artísticas entran en esta categoría, es más común encontrar obras de este tipo en las bellas artes que en el área del entretenimiento. Obras de autor, emergentes o dominantes, que son propositivas y en su momento logran conflictuar al espectador, a través de situarlo por un instante fuera de la matriz, desestabilizarlo, y con ello impulsarle a crear puentes, resignificaciones, alternativas de solución, debates, etc. La estética necesita de actividades correctivo-renovadoras, a través de ser testigos de obras complejas y polisémicas. En otras palabras, es bueno esforzarnos por ser observadores incluso de cosas que «no nos gustan», «no están en nuestras preferencias», «no nos sugiere el algoritmo», «no entendemos bien», «son raras», «exóticas»; precisamente porque nos podrán ayudar a ver un mundo más amplio, a ver lo mismo con otra mirada. Nos podemos dar cuenta con esto, que entonces la obra o el documento que puede resultar se un texto legible para uno, puede ser un texto escribible para una persona diferente. Entonces no hablamos que lo que define a las obras en si son escribibles o legibles depende solamente de si son parte de las empresas de entretenimiento masivo o de las bellas artes, sino en qué tanto pueden ayudar al espectador a ampliar sus límites, a expandirse, a renovarse. Es peligroso que resulta que los algoritmos de inteligencia artificial nos recomienden y filtren contenido basándose en nuestros gustos y preferencias; condicionan al lector a consumir más de lo mismo en vez de permitir un flujo de información que le permita conocer lo otro. Usualmente, las obras escribibles invitan al espectador a cuestionar el status quo, y fomentan una evolución del lenguaje y de la cultura y psicología social. Este texto no pretende posicionarnos en contra de las obras de la cultura popular o de entretenimiento masivo, en las que incluso en ocasiones encontramos textos escribibles. El punto principal de este artículo es invitar al lector a ser consciente de los procesos de inducción y control cultural a través de signos estéticos y culturales, así como de la responsabilidad de cada persona para elegir con mayor sabiduría los signos culturales que nutren y moldean su vida.
Los creadores contemporáneos suelen contar con una preparación teórica, crítica, para reflexionar tanto en sí mismos, su obra y el entorno. Esto ha sido resultado de una evolución histórica. En inicio del siglo XX, los dadaístas liberaron el inconsciente, valoraron el collage, conocido también como arte basura, en una protesta por la guerra. Es decir; si lo que años de desarrollo cultural habían producido en la humanidad eran dos Guerras Mundiales, había que protestar por la basura de «desarrollo» que estábamos gestando colectivamente como humanidad. Fue un grito a través de las artes visuales para denunciar una herida profunda en la humanidad. Si lo que el desarrollo de la humanidad durante siglos produce guerras, y el arte es la máxima manifestación cultural, entonces el arte es basura y un grito de un bebé a su padre: Dadá. Poco más adelante, los cubistas renuevan la concepción del espacio al incluir una tridimensionalidad en el espacio bidimensional. La revolución en este caso concierne más a la percepción de la forma, a la exploración de rupturas dimensionales. En décadas recientes, el predominio postmoderno de las obras conceptuales y con nuevas tecnologías abordan los discursos de comunidades vulnerables -mujeres, integrantes de la diversidad sexual, indígenas, integrantes de diversas razas y culturas, entre otros-. El lenguaje es mucho más que el idioma; en las artes podemos encontrar lenguajes corporales, espaciales, sonoros, visuales. El lenguaje es productor de textos para reproducirse a sí mismo. Nosotros somos intermediarios del lenguaje, el cual a través de nuestros textos se reproduce para sobrevivir, pero es previo a nosotros, y por lo tanto, nosotros no necesariamente estamos en los textos. El texto legible jamás es inocente, usualmente busca un lucro comercial, o tiene una intención re reproducción ideológica. El texto escribible realiza un sacrificio, el de incomodar en pro de un bien común, generalmente posee una semilla de subversión, renovación, expansión o incluso implosión en la psicología social. Suele ser una herramienta para abrir la imaginación, para ayudar a las comunidades a ir más allá de sus limitaciones.
Los cuentos de hadas nacen como textos legibles, sumamente cargados político-ideológicamente. La mitología celta contiene una impresionante carga sígnica. Si hablamos de que el príncipe rescata a la princesa podríamos tanto hablar de cómo la voluntad superior, mental y no emocional, debe despertar nuestra condición corporal dormida (en hombres y mujeres ya que ambos poseemos aspectos femeninos y masculinos), o de cómo las mujeres atraviesan procesos de victimización y paralización y los hombres deben rescatarles. El simbolismo del cuento atraviesa generaciones fomentando una reproducción cultural. Los procesos de asimilación de nuevos lenguajes fueron más lentos en el medioevo, por ejemplo, el gótico duró varios siglos. Las obras que han marcado una evolución en la historia de las bellas artes suelen ser aquellas que en su momento fueron incluso rechazadas, ya que la comunidad en que fueron creadas carecía de los códigos para su interpretación o para la valoración de la ruptura presentada. Los pioneros del dadaísmo, cubismo, surrealismo, gestan un rompimiento con lo antes establecido a través de textos escribibles. Sin embargo, la cultura absorbe la novedad, el siglo XX fue insistentemente consciente de su propia muerte, o de la muerte del arte, ya que los movimientos artísticos, en vez de durar uno o más siglos como en la antigüedad, duraban a lo mucho una década. En la época de fines del siglo XX e inicios del siglo XXI puede bastar un lustro para volverse clásico. Atravesar el proceso de sembrar una semilla de renovación en la estética social, puede tener un alto costo, por ejemplo, los dadaístas y cubistas, fueron perseguidos por los nazis como «artistas denerados», algunos fueron encarcelados, asesinados, y sus obras destruídas. Adolfo Hitler en un discurso sobre arte, afirmó que «las distorsiones del arte moderno eran síntomas de la degeneración mental de los artistas, o de su ansia por pervertir o mentir a la gran nación.» Los primeros artistas del siglo XX en manifestarse abiertamente en relación a la homosexualidad experimentaron censura, algunos como Robert Mapplethorpe y Freddie Mercury murieron por enfermedades virales. Entre los artistas que se manifestaron por la paz y en contra de la guerra -y la asociada carrera armamentista-, encontramos a Andy Warhol y John Lennon, quienes fueron atacados a punta de pistola. ¿Les queda el «consuelo» de que su nombre ha trascendido por haber marcado un hito en la historia del arte, y de que sus obras ahora valen millones? ¿De haber sabido el sacrifico que implicaba renovar la psicología social, o el arte, lo volverían a hacer?
Los copiones, los seguidores, suelen preferir textos legibles, sumarse a un movimiento una vez que el riesgo es mínimo y las ganancias máximas. De ahí que su creación carece de afanes correctivo – renovadores, y prioriza la complacencia al mercado a través de la «belleza común», lo decorativo, lo complaciente con el stablishment, una «bonita y placentera inocencia». Ejemplo de esto son las obras realizadas para turistas en las zonas de playa o pueblos mágicos, que presentan una visión idílica de las pequeñas comunidades. Solemos encontrar áreas de este tipo de obras visuales legibles en lugares pintorescos de Latinoamérica, y en México, destacan los jardines del arte, las galerías «light» en los lobbies de museos de lujo, y el arte oaxaqueño. ¿En qué momentos un texto legible, entonces puede ser escribible? ¿Tal vez esa belleza se puede abrir camino aún a través delas sombras de un mundo apocalíptico o un comprador que colecciona por presunción y no por amor al arte? ¿De alguna manera esta reiteración de las bondades de la naturaleza en América Central y del Sur, lograrán actuar no sólo a manera decorativa, sino impulsar una verdadera valoración hacia la ecología y los elementos naturales, incluso cuando quienes distribuyen o consumen este tipo de obras sean magnates norteamericanos que poseen minas y petróleo que distribuyen aquello que compran en pintura? Sería genial, ojalá algo así lograra suceder, pero sería más por un accidente afortunado estilo «el burro que toca la flauta» que debido a intención y estrategia. En todo caso es una «defensa indirecta», ya que carecen del valor y la claridad para defender este planeta Tierra que han demostrado activistas como Greta Thunberg.
En resumen, el trabajo para renovar la estructura de una forma frontal y clara implica romper el placer. La inocencia falsa o verdadera, la infantilización real o simulada, es un estado de placer que sostiene el status quo. Se dice que nadie le gusta la mentira, pero hay verdades que requieren mucho valor para aceptar, y son estas verdades incómodas las que nos permiten acceder a la adultez, a la responsabilidad, a la evolución. Pascal Brukner define la inocencia como «esa enfermedad del individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos, a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes. Se expande en dos direcciones, el infantilismo y la victimización, dos maneras de huir de la dificultad de ser, dos estrategias de la irresponsabilidad bienaventurada.» El infantilismo entendido como la transferencia al seno de la edad adulta de los atributos y de los privilegios del niño. Si se impone con tanta fuerza es porque dispone en nuestras sociedades de dos aliados objetivos que lo alimentan continuamente, el consumismo y la diversión, fundamentados ambos sobre el principio de la sorpresa permanente y de la satisfacción ilimitada. Con la tecnología le podemos sumar la inmediatez y la presunción de anonimato, lo quieres hoy, lo tienes hoy, o máximo en 24 horas, y a través de las redes sociales las personas opinan de todo sin saber de nada, hacen bullying a la manera de berrinche infantil, y con esto incluso llegan a causar la muerte o enfermedades severas a figuras públicas. La victimización es la tendencia del ciudadano mimado del paraíso capitalista para concebirse a sí mismo como el modelo a seguir por los pueblos perseguidos. Es decir, para que un habitante de un país capitalista pueda tener textos legibles, y sostener un estilo de vida con infantilismo, irresponsabilidad, consumismo, entretenimiento, e incluso victimismo y permisividad de berrinches públicos reales y virtuales, es necesario que existan una gran cantidad de personas en sometimiento y de menores posibilidades, en su propia ciudad y en otros países. Sin embargo, estos «otros» no son vistos con compasión, sino con racismo, aporofobia y prejuicio; son acusados como culpables de su miseria. El tercer mundo cada vez tiene menos fronteras, no está en Oriente, África o Latinoamérica o debajo de una línea imaginaria más o menos cerca del Ecuador. El tercer mundo está construido por falta de oportunidades, secuestro de sueños, migraciones peligrosas, carrera armamentista, tráfico humano, esclavitud legal e ilegal, la indiferencia a la injusticia, las ganas de no ver, de no actuar, de no involucrarte por un mundo mejor, y puede estar amenos de diez metros de tu casa. Es lógico entonces encontrar mayor cantidad de textos escribibles en las personas y comunidades que han atravesado procesos de injusticia social. Un texto escribible es muchas veces un texto activista, una obra o acción por la justicia social, por la implosión de la conciencia en la psicología social, por la educación de calidad, por la energía de la posibilidad de luz y amor universal.
¿Qué prefieres, pasar por inocente, aceptar ser desgraciado, o aspirar por un trance de responsabilidad y conciencia? ¿Es el llanto, el gemido, sus causas y efectos el mismo en los adultos de los países ricos, en la histeria de líderes feministas o machistas, en las estrategias de agendas políticas para restringir libertades, en la rebeldía de los adolescentes que se inmolan por un ideal que se les ha vendido de forma tramposa o a través del chantaje, en la desesperanza de los hikikomoris, en las ansías de poder de los candidatos y sus patrocinadores? Dicen que nadie es absolutamente inocente ni absolutamente culpable, todos somos humanos y hemos vivido tantas vidas, que probablemente hemos jugado desde diversos lados del tablero, víctima, victimario, creador, espectador, crítico, inconsciente. ¿Cómo caminar hacia la libertad, el libre albedrío, la libertad de ser, de necesitar y querer, la libre expresión, la responsabilidad de liberarse y liberarnos. Es importante brindar al mundo la experiencia del desarrollo libre y consciente del lenguaje, de textos para la evolución y el crecimiento alegre. Ser creadores de nosotros mismos, reinventarnos y reinventar la realidad. Te invito a conquistar la certeza de ser libre.
- Roland Barthes (1915-80), crítico literario francés, autor de ensayos en lingüística, literatura, sociología, semiología, moda, etc. Empleó en sus investigaciones un método innovador con elementos procedentes del marxismo, el psicoanálisis y el estructuralismo. Algunas de sus obras son: El grado cero de la escritura (1953), Ensayos críticos (1964), La tentación de la inocencia, texto que obtuvo el Premio Medicis de ensayo.
- El significado de la desconstrucción se encuentra ligado a teorías en el campo de la crítica del arte, la música, el cine, la filosofía, etc. De acuerdo con Jacques Derrida, todos los textos y trabajo de arte dicen alguna otra cosa de lo que aparentemente dicen, independientemente de la intención del artista. Toda obra, a través de la interpretación, puede mostrar que contiene una multiciplicidad de significados, y el trabajo del crítico es desconstruir la intención del significado del artista y exponer los múltiples significados contenidos en una creación. Umberto Eco mencionó este principio con anterioridad en «La obra abierta».
Gracias. Bendiciones de Amor, Gracia y Trascendencia
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