Antonio Caro es una de las figuras más representativas del arte conceptual colombiano, su trabajo ha sido reconocido entre otras cosas con la beca Guggenheim. La obra en la que escribe el nombre de su país, Colombia, con la tipografía y colores clásicos de Coca-Cola es una de sus creaciones principales, en la que una condensación de contenidos llega a una significación crítica en torno a la situación política y cultural del país. Encontramos un proceso semejante en obras posteriores; trabajos conceptuales, algunos alusivos al maíz como símbolo del indigenismo latinoamericano, y otros en relación al líder político Quintín Lame.

Tuve la fortuna de entrevistar al artista en una visita que realizó a México, en la que Caro hace memoria del por qué y cómo de su formación artística: —»Aquí los estudios básicos son secundaria y prepa. En Colombia son seis años de bachillerato, cuando salí de bachiller dije: ¿Qué voy a hacer conmigo? Fortuitamente decidí estudiar pintura sin saber de nada, como buen estudiante de bachillerato. Y creo que afortunadamente acerté, aunque finalmente nunca estudié pintura. Entré a la escuela, estuve allá y no pude con las materias, perdía materias, cursos, hasta que salí. Comencé a hacer cosas por fuera de la escuela. No tenía formación intelectual, tenía una educación académica convencional. Ahora ya puedo decir que tengo formación, pero entonces era bobo y sonó la flauta.»
Después de desertar de la escuela, Antonio Caro comenzó a producir obra no-objetual que fue haciéndole merecedor a un reconocimiento nacional e internacional. —»En teoría, quizá me influyó un tío que era pintor. Aquí es más común ver arte, yo comencé a ver obras de arte hasta la preparatoria. En el fondo es la inmanencia que tiene el arte. Si ves una obra y tienes una pizca de sensibilidad, te golpea. Yo lo ví y dije: —Yo quiero hacer eso. La inmanencia del arte es lo que me llevó a ser artista. Además, soy artista porque no sé hacer más de la vida. A mí la palabra autodidacta no me gusta, porque de pronto fue ese mito de Robinson Crusoe. Uno puede decir «la escuela de la vida», «educación no formal», porque de pronto, el conocimiento del conductor del bus lo educa a uno, el señor mesero. De todos modos, específicamente en arte, aprendí de la gente de mi medio. La gente del ambiente y del hacer. A mí me llevó el hacer, una autoformación, no puedo decir que soy autodidacta pero sí autoformado. Ha sido muy importante también, sobre todo, la respuesta social a mis cosas. Uno hace algo y hay una respuesta de fondo y estructura. La respuesta social, humana, me ha formado. La crítica del arte es interesante, pero es una respuesta más estructural y analítica. La respuesta social no siempre.»
—¿Por ello trabajas arte con preocupaciones político sociales? ¿Correspondes a la colaboración de la sociedad, a tu formación, con obra que puede ayudar a la sociedad a valorarse a sí misma? Le pregunto.
Caro aborda el tema: —»La cultura es una cosa general, es todo, y la cultura es una construcción social. Y el arte es un pedacito de esa construcción social, pues es lógico que no se desliga. Ciertamente reconoce que el arte está ligado a la sociedad, aunque no dejo de pensar que una cosa es la circunstancia social, que siempre influye en el arte, y otra la decisión de tomar la sociedad como temática artística. Voy a hablar con propiedad porque más sabe el viejo por diablo y porque tengo la perspectiva de lo qu ehe hecho poco a poco en estos años. En un momento determiné que lo social era lo que me incumbía. Yo comencé en 1970 cuando se formó o reformuló el arte político. Es que todo se vincula. Hay gente que toma un tema del arte. El arte es como un todo, hay un escultor alemán que hace esculturas con hacha, eso es terriblemente emotivo, yo no tengo tanta fuerza para ser tan emotivo. Y hay gente que encausa su emotividad a lo subjetivo, voy hacia lo social y tengo un alto componente intelectual. Claro que están los condicionamientos extremos. Yo soy así porque no podría ser de otra manera. Como persona, no tengo actividad política. Sin embargo, como artista, soy determinadamente político.»
—Juan Acha, el crítico peruano quien radicó en México por muchos años, escribió diversos ensayos en relación con el arte no-objetual. ¿Te han influenciado de alguna manera sus teorías?
—»Una vez hablé con él, y en una feria del libro encontré uno de su autoría. Pero no tuve contacto directo con sus teorías. Prefiero la idea de simultaneidad y coincidencia. Las cosas se están dando y las teorías coinciden. En Venezuela hay un señor muy brillante, y también veo muchas cosas similares en Perú, Bolivia, Ecuador. Las similitudes están en todo: en las teorías, en las transnacionales. Lo que he vivido en México ha sido importante en todos los niveles. Por ejemplo, el Día de los Muertos, primero porque es una cosa conocida en todo el mundo, hay diferencias con la forma en que lo celebramos en Colombia. Allá existe la fiesta religiosa el dos de noviembre; la fiesta católica de muertos. Pero esa construcción cultural de día de muertos no existe. Me he dado cuenta de que a pesar que todo es un rollo familiar y eso excluye al extranjero, afortunadamente fui con unas amigas. Es una fiesta terriblemente familiar y por extensión es fraternal. Pero uno se da cuenta: aunque lo dejan a uno entrar a los cementerios, uno no es de ahí. Yo aproveché una tumba vacía que estaba abandonada y ahí pensé en un amigo que falleció hace poco y le dejé una vela. Este momento tuvo un carácter especial, no soy sociólogo, pero sentí la emoción; íntima y privada, y el folclor me impactó. Quien festeja la muerte respeta la vida. México va a ser una pauta en mi vida, va a cambiar algo de mi vida en Colombia.
—Entonces, pensando en los cambios que tu obra está pronta experimentar, ¿cuál va a ser tu propuesta en el arte?
—Si lo supiera ya no tendría ningún caso seguir.
El artista Antonio Caro Lopera recibió apoyo del FONCA y del Ministerio de Cultura de Colombia para llegar a Oaxaca, México, de septiembre a diciembre de 1999. Dentro de este periodo, el maestro Caro realizó un proyecto artístico, demás impartió un taller de creatividad visual en el Museo de Arte Contemporáneo, MACO, de Oaxaca, y el taller Lo Visual y lo Cotidiano en el Museo de Filatelia, MUFI. Ambos talleres fueron planeados para suscitar una reflexión en relación al entorno cotidiano por medio de la realización de sencillos trabajos de diseño visual, dirigidos a personas con deseos de agilizar su creatividad visual, además de reforzar sus criterios de evaluación y conocer procedimientos para trabajar en un grupo creativo. En tales fechas, el MUFI lanzó la convocatoria de arte postal con el tema del milenio, en la cual el artista participó con una obra titulada Colombia, la cual apareció en la exposición resultante, y en el catálogo titulado «Arte Postal hacia el nuevo milenio».
*Este texto originalmente se publicó el 8 de enero del 2000, en el periódico El Imparcial, de Oaxaca.
Gracias. Bendiciones de Amor, Gracia y Trascendencia
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